Confesión 9120
Más que confesión es una historia. Y es que hace poco se cumplieron 8 años de la muerte de mi mejor amigo, el Pedro.
“El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber como eres te quiere.”
El Pedro era mi amigo de la infancia. Recuerdo que todos los viernes nos juntábamos a jugar a la pelota después de clases. La verdad él nunca fue de muchos amigos, de hecho su círculo más cercano éramos 3. Compartíamos muchos intereses, lo que hizo que nuestra adolescencia fuera muy buena. Conversábamos horas y horas de algunas weas. El cachaba de política y muchas veces me enseñaba cosas que yo no entendía muy bien, nunca me ha gustado el tema pero me parece interesante. Yo vengo de una familia muy conservadora y crecí con una educación bastante estricta, yo como niño jamás cuestione nada de lo que me decían solo escuchaba y reproducía. Si mi viejo leía el diario y decía “comunistas de mierda” era un hecho, los comunistas eran una mierda. Si mi madre decía que los homosexuales eran unos depravados, entonces lo eran. Y es aquí donde la cosa con el Pedro se complicaba ya que él tenía un pensamiento muy liberal y siempre existieron roces en ese tema. Siempre ganaba el, sabía argumentar mejor que yo y sabía lo que decía. Hubo un tiempo en el que nos comenzamos a juntar menos, estábamos en media y los dos nos empezamos a concentrar en los estudios. El comenzó a comportarse de una manera “extraña”, me hablaba poco, se reía poco, algo andaba mal y era muy notorio. Un fin de semana fui a su casa para conversar un rato y ver si me contaba qué onda… Hablamos bastante, de weas del colegio, de futbol y no recuerdo que más, fue en un momento que le dije “Pedro que wea tú, andai súper raro” pensé que me diría que no pero me dio la razón al tiro, ahí le pregunte qué cosa le pasaba y solo vi que se le pusieron los ojos llorosos y me dijo “no podemos seguir siendo amigos”, me asuste y le empecé a preguntar qué onda y por qué si yo siempre le decía que era mi mejor amigo y jamás lo dejaría fue cuando termine de decir esas palabras que me dijo “Soy gay, no me odies, porfavor”. No recuerdo muy bien que más me dijo, en mi cabeza lo único que escuchaba eran sus palabras y lo que me decían mis padres. Me paré y le dije “fleto culiao” y me fui. No diré que no sabía lo que hacía, porque lo sabía, el odio era lo que me dominaba. Es increíble como aun a tantos años el hecho de recordar esos momentos me hacen llorar como si se fuera a acabar el mundo… culpa, ese es el nombre que me perseguirá por toda mi vida. No supe de el por 2 semanas. Esos días me los pasé leyendo en Internet sobre la homosexualidad, relatos de personas y sus batallas día a día, también entendí que mis padres nadaban en un mar inmenso de ignorancia. Mientras leía siento que mi mamá entra en mi pieza y comienza a preguntarme si se algo del Pedro, sentí miedo, y le dije que no, no había hablado con él en semanas, intentando justificarme de no sé qué. Ahí me contó que su madre, la tía Rebeca había fallecido de un infarto el día anterior, no lo podía creer, la tía Rebeca se veía súper bien. Tomé un poleron y partí lo más rápido a su casa, estaba lleno de autos, era un día nublado y estaba helado. Entré y lo vi, mal, como nunca antes. Solo corrí y lo abrace, repetí hasta cansarme “Perdóname Pedro, porfavor”, “No puedo odiarte, somos amigos” estuve todo ese día con él, de hecho me quedé a dormir en su casa. Le prometí nunca más abandonarlo, le jure que seriamos amigos hasta viejos y que podría contar conmigo para lo que fuese. Dos días después iba camino a su casa y a lo lejos note mucha gente en la esquina, esa misma en donde jugábamos cuando éramos más chicos, algo había pasado y era grave. Corrí para ver qué onda, llegue y había un auto ensartado en un árbol, en el suelo el cuerpo sin vida de mi mejor amigo. Me puse a gritar como loco, sentí ambulancias, gritos y me desmayé. De ahí en adelante no recuerdo más que lagrimas salir de mis ojos por días.
Cabros, nunca dejen que el odio les lleve a hacer weas como la que yo hice. Tenemos que aprender a respetar, a amar. El cargo de conciencia es feo, pero creo lo merezco.
Hoy al día de escribir esto el Pedro debería estar cumpliendo 24 años, un saludo al cielo viejo, gracias por enseñarme tantas cosas que hasta el día de hoy me sirven. No saben cuánto daría por poder ir a su casa y que me reciba la tía Rebeca con sus galletitas de chocolate que tanto amaba, para luego salir a jugar con el Pedro. Sé que algún día nos volveremos a ver.
- :'( -Coraline
Más que confesión es una historia. Y es que hace poco se cumplieron 8 años de la muerte de mi mejor amigo, el Pedro.
“El verdadero amigo es aquel que a pesar de saber como eres te quiere.”
El Pedro era mi amigo de la infancia. Recuerdo que todos los viernes nos juntábamos a jugar a la pelota después de clases. La verdad él nunca fue de muchos amigos, de hecho su círculo más cercano éramos 3. Compartíamos muchos intereses, lo que hizo que nuestra adolescencia fuera muy buena. Conversábamos horas y horas de algunas weas. El cachaba de política y muchas veces me enseñaba cosas que yo no entendía muy bien, nunca me ha gustado el tema pero me parece interesante. Yo vengo de una familia muy conservadora y crecí con una educación bastante estricta, yo como niño jamás cuestione nada de lo que me decían solo escuchaba y reproducía. Si mi viejo leía el diario y decía “comunistas de mierda” era un hecho, los comunistas eran una mierda. Si mi madre decía que los homosexuales eran unos depravados, entonces lo eran. Y es aquí donde la cosa con el Pedro se complicaba ya que él tenía un pensamiento muy liberal y siempre existieron roces en ese tema. Siempre ganaba el, sabía argumentar mejor que yo y sabía lo que decía. Hubo un tiempo en el que nos comenzamos a juntar menos, estábamos en media y los dos nos empezamos a concentrar en los estudios. El comenzó a comportarse de una manera “extraña”, me hablaba poco, se reía poco, algo andaba mal y era muy notorio. Un fin de semana fui a su casa para conversar un rato y ver si me contaba qué onda… Hablamos bastante, de weas del colegio, de futbol y no recuerdo que más, fue en un momento que le dije “Pedro que wea tú, andai súper raro” pensé que me diría que no pero me dio la razón al tiro, ahí le pregunte qué cosa le pasaba y solo vi que se le pusieron los ojos llorosos y me dijo “no podemos seguir siendo amigos”, me asuste y le empecé a preguntar qué onda y por qué si yo siempre le decía que era mi mejor amigo y jamás lo dejaría fue cuando termine de decir esas palabras que me dijo “Soy gay, no me odies, porfavor”. No recuerdo muy bien que más me dijo, en mi cabeza lo único que escuchaba eran sus palabras y lo que me decían mis padres. Me paré y le dije “fleto culiao” y me fui. No diré que no sabía lo que hacía, porque lo sabía, el odio era lo que me dominaba. Es increíble como aun a tantos años el hecho de recordar esos momentos me hacen llorar como si se fuera a acabar el mundo… culpa, ese es el nombre que me perseguirá por toda mi vida. No supe de el por 2 semanas. Esos días me los pasé leyendo en Internet sobre la homosexualidad, relatos de personas y sus batallas día a día, también entendí que mis padres nadaban en un mar inmenso de ignorancia. Mientras leía siento que mi mamá entra en mi pieza y comienza a preguntarme si se algo del Pedro, sentí miedo, y le dije que no, no había hablado con él en semanas, intentando justificarme de no sé qué. Ahí me contó que su madre, la tía Rebeca había fallecido de un infarto el día anterior, no lo podía creer, la tía Rebeca se veía súper bien. Tomé un poleron y partí lo más rápido a su casa, estaba lleno de autos, era un día nublado y estaba helado. Entré y lo vi, mal, como nunca antes. Solo corrí y lo abrace, repetí hasta cansarme “Perdóname Pedro, porfavor”, “No puedo odiarte, somos amigos” estuve todo ese día con él, de hecho me quedé a dormir en su casa. Le prometí nunca más abandonarlo, le jure que seriamos amigos hasta viejos y que podría contar conmigo para lo que fuese. Dos días después iba camino a su casa y a lo lejos note mucha gente en la esquina, esa misma en donde jugábamos cuando éramos más chicos, algo había pasado y era grave. Corrí para ver qué onda, llegue y había un auto ensartado en un árbol, en el suelo el cuerpo sin vida de mi mejor amigo. Me puse a gritar como loco, sentí ambulancias, gritos y me desmayé. De ahí en adelante no recuerdo más que lagrimas salir de mis ojos por días.
Cabros, nunca dejen que el odio les lleve a hacer weas como la que yo hice. Tenemos que aprender a respetar, a amar. El cargo de conciencia es feo, pero creo lo merezco.
Hoy al día de escribir esto el Pedro debería estar cumpliendo 24 años, un saludo al cielo viejo, gracias por enseñarme tantas cosas que hasta el día de hoy me sirven. No saben cuánto daría por poder ir a su casa y que me reciba la tía Rebeca con sus galletitas de chocolate que tanto amaba, para luego salir a jugar con el Pedro. Sé que algún día nos volveremos a ver.
- :'( -Coraline
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